AYUNAR, ¿PARA
QUÉ?
“Moderando los placeres de la carne
se adquiere el gozo del espíritu”
(San Agustín: De la utilidad del
ayuno, 6) San Agustín escribió un pequeño libro sobre la utilidad del ayuno. Lo escribió hacia el
año 412, cuando el santo
vivía en continuas luchas dialécticas contra los donatistas.
Por eso, la mayor parte de las
páginas de este pequeño libro relacionan el ayuno con temas teológicos que a
nosotros hoy no nos interesan.
No
obstante hay algunas ideas sobre el ayuno que me parecen interesantes,
porque valen para todos
los tiempos. Me voy a fijar exclusivamente en dos:
el
ayuno debe contribuir al bienestar general de nuestro cuerpo, refrenando
sus deseos
desenfrenados, porque el cuerpo debe estar siempre sometido al espíritu; además, nuestro ayuno
debe repercutir directamente en bien de nuestro prójimo necesitado. Para
mostrar esto, tomaré también algunas frases de otros libros del
santo.
1.- El ayuno es bueno para someter
nuestro cuerpo al espíritu. San Agustín tiene muy claro que nuestro cuerpo
tiene tendencias
desordenadas que nos incitan al mal y al pecado. Una de estas tendencias
desordenadas está directamente relacionada con el comer y beber y
esta tendencia desordenada debe ser frenada por el
espíritu.
Un
medio para conseguir esto es el ayuno. Mi cuerpo es mi jumento y muchas veces
intenta arrojarme fuera del camino,
¿no voy a reprimir con el ayuno a
este jumento encabritado? (Utilidad del ayuno, 3).
Todos sabemos que hay muchas cosas
que nos apetecen y que, sin embargo, nos hacen daño. La gula es un apetito
Desordenado de comer y
beber. Muchas veces, por dejarnos llevar de la gula estropeamos el estómago y el
bolsillo.
Los diabéticos saben muy bien que
necesitan privarse de comer determinadas cosas, si no quieren estropear
gravemente su salud. Y
todas las personas sabemos por experiencia que, como le dice Don Quijote a
Sancho, “en la oficina
del estómago se fragua la salud del cuerpo”. Parece evidente que debemos comer
para vivir, no vivir para comer.
Los que aceptan el deseo de comer y
beber para así seguir viviendo, no viven para comer, sino que comen para vivir
(Sermón 51, 24).
Tampoco vamos a pensar que es malo
disfrutar con la comida, tratando de comer lo que más nos gusta, no, no es
censurable buscar en la
comida la calidad del alimento, sino el ansia de comer (CD 16). El comer con
ansia siempre es perjudicial para la salud.
En
fin, que el ayuno no sólo puede ser bueno para el cuerpo, sino que muchas veces
puede ser hasta necesario. De vicios, cenas y penas, hallarás las tumbas
llenas. Más mató la cena, que curó Avicena.
En
fin, que debemos vigilar con sumo cuidado el placer lícito de comer y beber, no
rebasando nunca la medida de la templanza
(Réplica a juliano,
4).
2.- El ayuno debe repercutir
directamente en el bien de nuestro prójimo. San Agustín lo tiene muy claro:
nuestro ayuno debe
servir también para ayudar al prójimo
necesitado. Si, con tu ayuno, no ayudas a tu prójimo, de poco te va a servir el
ayuno.
El
ayuno sin misericordia de nada sirve a quien lo hace (Sermón 207). Al rico, dice
el santo, que desprecia a sus criados, de poco le servirán ante Dios sus ayunos. ¿Va
Dios a aprobar tu ayuno cuando no reconoces a tu hermano? En este sentido, es
sabido que para San
Agustín el ayuno, como la limosna, son no sólo obligación de la caridad, sino de
la misma justicia. La escasez voluntaria del rico debe ser abundancia
necesaria para el pobre (Sermón 210).
3.- San Agustín, en el tema del
ayuno, se fija también en algún otro aspecto que puede resultarnos interesante.
Dice, por ejemplo, que parecería
ridículo que uno cumple con el ayuno simplemente porque come menos cantidad, si
lo que busca es una
mayor calidad y precio en los alimentos. En los días de ayuno no debemos
alimentar nuestro cuerpo con alimentos costosos y difíciles de encontrar, sino con
los más comunes y baratos (Sermón 207) Y en lo que insiste, una y otra vez, es
que el fin principal del ayuno es corregir los vicios y
aumentar las virtudes. El más grande y mejor ayuno es abstenerse de las
iniquidades y placeres ilícitos (Ev. de San Juan, 17, 4). Es decir,
que el ayuno es sólo un medio para ser mejores cristianos, nunca un fin en sí
mismo. Si el ayuno no
nos sirve para ser mejor.
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