sexta-feira, 2 de março de 2012


                          AYUNAR, ¿PARA QUÉ?
“Moderando los placeres de la carne se adquiere el gozo del espíritu”
(San Agustín: De la utilidad del ayuno, 6) San Agustín escribió un pequeño libro sobre la utilidad del ayuno. Lo escribió hacia el año 412, cuando el santo vivía en continuas luchas dialécticas contra los donatistas.
Por eso, la mayor parte de las páginas de este pequeño libro relacionan el ayuno con temas teológicos que a nosotros hoy no nos interesan.
No obstante hay algunas ideas sobre el ayuno que me parecen interesantes, porque valen para todos los tiempos. Me voy a fijar exclusivamente en dos:
el ayuno debe contribuir al bienestar general de nuestro cuerpo, refrenando sus deseos desenfrenados, porque el cuerpo debe estar siempre sometido al espíritu; además, nuestro ayuno debe repercutir directamente en bien de nuestro prójimo necesitado. Para mostrar esto, tomaré también algunas frases de otros libros del santo.
1.- El ayuno es bueno para someter nuestro cuerpo al espíritu. San Agustín tiene muy claro que nuestro cuerpo tiene tendencias desordenadas que nos incitan al mal y al pecado. Una de estas tendencias desordenadas está directamente relacionada con el comer y beber y esta tendencia desordenada debe ser frenada por el espíritu.
Un medio para conseguir esto es el ayuno. Mi cuerpo es mi jumento y muchas veces intenta arrojarme fuera del camino,
¿no voy a reprimir con el ayuno a este jumento encabritado? (Utilidad del ayuno, 3).
Todos sabemos que hay muchas cosas que nos apetecen y que, sin embargo, nos hacen daño. La gula es un apetito Desordenado de comer y beber. Muchas veces, por dejarnos llevar de la gula estropeamos el estómago y el bolsillo.
Los diabéticos saben muy bien que necesitan privarse de comer determinadas cosas, si no quieren estropear gravemente su salud. Y todas las personas sabemos por experiencia que, como le dice Don Quijote a Sancho, “en la oficina del estómago se fragua la salud del cuerpo”. Parece evidente que debemos comer para vivir, no vivir para comer.
Los que aceptan el deseo de comer y beber para así seguir viviendo, no viven para comer, sino que comen para vivir (Sermón 51, 24).
Tampoco vamos a pensar que es malo disfrutar con la comida, tratando de comer lo que más nos gusta, no, no es censurable buscar en la comida la calidad del alimento, sino el ansia de comer (CD 16). El comer con ansia siempre es perjudicial para la salud.
En fin, que el ayuno no sólo puede ser bueno para el cuerpo, sino que muchas veces puede ser hasta necesario. De vicios, cenas y penas, hallarás las tumbas llenas. Más mató la cena, que curó Avicena.
En fin, que debemos vigilar con sumo cuidado el placer lícito de comer y beber, no rebasando nunca la medida de la templanza
(Réplica a juliano, 4).
2.- El ayuno debe repercutir directamente en el bien de nuestro prójimo. San Agustín lo tiene muy claro: nuestro ayuno debe
servir también para ayudar al prójimo necesitado. Si, con tu ayuno, no ayudas a tu prójimo, de poco te va a servir el ayuno.
El ayuno sin misericordia de nada sirve a quien lo hace (Sermón 207). Al rico, dice el santo, que desprecia a sus criados, de poco le servirán ante Dios sus ayunos. ¿Va Dios a aprobar tu ayuno cuando no reconoces a tu hermano? En este sentido, es sabido que para San Agustín el ayuno, como la limosna, son no sólo obligación de la caridad, sino de la misma justicia. La escasez voluntaria del rico debe ser abundancia necesaria para el pobre (Sermón 210).
3.- San Agustín, en el tema del ayuno, se fija también en algún otro aspecto que puede resultarnos interesante.
Dice, por ejemplo, que parecería ridículo que uno cumple con el ayuno simplemente porque come menos cantidad, si lo que busca es una mayor calidad y precio en los alimentos. En los días de ayuno no debemos alimentar nuestro cuerpo con alimentos costosos y difíciles de encontrar, sino con los más comunes y baratos (Sermón 207) Y en lo que insiste, una y otra vez, es que el fin principal del ayuno es corregir los vicios y aumentar las virtudes. El más grande y mejor ayuno es abstenerse de las iniquidades y placeres ilícitos (Ev. de San Juan, 17, 4). Es decir, que el ayuno es sólo un medio para ser mejores cristianos, nunca un fin en sí mismo. Si el ayuno no nos sirve para ser mejor.

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